Un día al ver a un ebanista seleccionar una pieza con delicadeza. En observar cómo respetaba su naturaleza, su origen, su verdad. En aprender cómo trabajaba con paciencia y precisión. En admirar su obsesión por resaltar la textura, el color, la herencia y la raíz de la madera. Nos dimos cuenta de que lo que hace del ébano una pieza tan especial no es sólo la pureza del producto, sino las manos que lo transforman. Ese día decidimos ser ebanistas de la cocina.